Estoy pensando en cómo la acuarela me enseña a confiar en los procesos.
Cada capa que vamos agregando ostenta un protagonismo tremendo, basado solo en su novedad sobre el papel…
Pero cuando avanzamos incorporando sombras y contrastes más fuertes, nuevos detalles aparecen, dejando aquella capa anterior como una pieza más de la sinfonía. Quiero decir que el todo involucra al tiempo.



Y en mi vida, veo que el patrón también se repite. Los proyectos se concretan en etapas, como capas transparentes de una acuarela. Las decisiones encadenadas nos llevan desde un primer intento dubitativo hacia acciones firmes basadas en experiencias previas. Lo difícil es ir confiando en el proceso, sobre todo cuando la vida no devuelve resultados.
Estoy aprendiendo a concretar, ofreciendo mi tiempo para que las experiencias me digan luego adónde tengo que ir. Y aprendiendo también a estar con mis miedos, sintiendo como se comprime el pecho buscando protección cuando la incertidumbre al futuro colma mi atención.
La pintura me muestra estos mecanismos. Los veo en una escala que puedo manejar y, a veces, puedo darme cuenta de que si las dificultades de la vida pueden llevarse a la pintura, las soluciones de la pintura pueden también llevarse a la vida.